El estado nutricional de la persona mayor tiene importantes repercusiones en su salud y calidad de vida. Aunque sus requerimientos calóricos están disminuidos por los cambios fisiológicos del envejecimiento es frecuente encontrar ancianos malnutridos.
Los cambios fisiológicos inherentes al proceso del envejecimiento hacen que se modifique el estado nutricional de la persona mayor y, con ello, las necesidades de nutrientes con respecto al adulto joven.
La malnutrición es una patología muy común en la población anciana y tiene múltiples repercusiones, lo que afecta a su calidad de vida de manera importante. Favorece la aparición de enfermedades y el empeoramiento de las ya existentes, dificulta el proceso de recuperación de cualquier patología, aumenta el grado de dependencia o el riesgo de sufrirla, el riesgo de caídas, la incidencia de úlceras por presión, etc.
Uno de los problemas más comunes al que uno se enfrenta con respecto a la alimentación en el anciano es la inapetencia. Aunque sus causas son diversas, a menudo se debe a la alteración de los sentidos, especialmente el gusto y el olfato. Para abordar este problema, los platos deben presentarse de forma que resulten atractivos, con pequeñas cantidades, ligeramente condimentados y adaptados a sus gustos en la medida de lo posible.
Otras causas que comúnmente dificultan la alimentación en la persona mayor son los problemas de la cavidad oral, como la falta de piezas dentales o la movilización de las mismas. La manera de solventarlo es adaptar la textura de los alimentos a las necesidades del individuo.
La nutrición es un proceso involuntario que consiste en la transformación y asimilación de los alimentos para poder ser utilizados por el organismo.
A pesar de no existir recomendaciones definitivas con respecto a las necesidades nutricionales de los adultos mayores, se han definido pautas con respecto a los macro y micronutrientes con el fin de facilitar la elaboración de dietas y menús, en las cuales es necesario detenerse.
Los requerimientos calóricos en los ancianos están disminuidos debido a la reducción de la actividad física, la masa muscular y el gasto energético total. Las recomendaciones genéricas del aporte calórico al día según el tipo de anciano ante el que uno se encuentra son:
Se consideran macronutrientes proteínas, hidratos de carbono y grasas. Cabe, además, tener en cuenta la fibra por su gran relevancia en la alimentación del adulto mayor.
Con el término micronutriente se hace referencia a las vitaminas y minerales, que deben ser aportados al organismo en pequeñas cantidades a través de la dieta. Las necesidades de estos nutrientes variarán según el sexo del adulto mayor, las patologías que sufre y los estados carenciales.
En la población anciana es común el déficit de vitamina B12 y, en cuanto a los minerales, es frecuente la aparición de niveles bajos de calcio y hierro. Para decidir si es necesario o no suplementar el aporte de micronutrientes hay que tener en cuenta la sintomatología de la persona mayor.
A continuación se presentan los micronutrientes más importantes para el anciano y la cantidad diaria recomendada.
El envejecimiento conlleva una disminución de los líquidos corporales, lo que unido a la reducción de la sensación de sed puede provocar estados de deshidratación en el adulto mayor. Por ello es muy importante asegurar el aporte hídrico diario.
La cantidad mínima de líquidos necesaria para el anciano oscila entre 20 y 45 ml/kg/día, lo cual supone, de manera general, entre 1 y 1,5 litros de líquido diario para cubrir las necesidades diarias del organismo.
La alimentación es el proceso voluntario a través del cual se toman alimentos del exterior.
La ingesta dietética en el anciano debe repartirse en cuatro tomas, que pueden ampliarse a cinco si se añade un refrigerio a media mañana. La distribución sería:
Como se ha indicado, es importante dejar al anciano comer sin prisas, ofrecer raciones preferiblemente pequeñas con una presentación atrayente y una textura adecuada a sus capacidades/necesidades. Asimismo, se debe adaptar la alimentación a los gustos de la persona mayor en la medida de lo posible y no condimentar los platos en exceso.
Por otra parte, hay que evitar dar de comer al adulto mayor cuando tiene capacidad para hacerlo por sí mismo. Por el contrario, habrá que animarlo a que lo haga él solo con el fin de fomentar su autonomía, independientemente del tiempo que le lleve.
De igual manera, se debe estar atento a los alimentos que le producen malestar, ya que es común la intolerancia a ciertos nutrientes, como el gluten o la lactosa, que alteran su estado nutricional y el proceso digestivo.
A continuación se presentan las recomendaciones de las raciones diarias para el adulto mayor según cada tipo de alimento.
Para abordar la obesidad en el adulto mayor no se recomiendan las dietas restrictivas, dado que puede desembocar en déficits nutricionales. La intervención adecuada será el fomento de la actividad física, en función de sus capacidades.
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En relación con la reanimación cardiopulmonar básica en adultos y desfibrilación automática externa, podemos indicar que las causas más importantes de las muertes que se producen como consecuencia de accidentes, ataques cardiacos y otras urgencias médicas son
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